DIRECTORIO MUNDIAL DE LITERATURA, HISTORIA, ARTE Y CULTURA          

Norma Ochoa Leyva

Nuestros amigos y patrocinadores:

Chilpancingo, Guerrero, México

 

Licenciada en Ciencias Sociales, con especialidad en Educación Cívica y Social

Secretaria General de la Academia Latinoamericana de Literatura Moderna

Asesor en Jefe de la World Academy of Literature, History, Arts and Culture

 

Egresada de la Normal Superior de México.

Casada con el Dr. Fco. Xavier Ramírez S.

Madre de cinco hijos

 

Fue Catedrática en la Escuela Secundaria 107, de México D.F.

Fue Directora de la Guardería del Instituto de Seguridad Social para los Trabajadores del Estado, en Acapulco, Gro.

Catedrática de Historia en la Escuela de Trabajadores de Acapulco, Gro. México

Catedrática de Ciencias Sociales en la Escuela Secundaria Técnica No. 1

Co-fundadora de la Escuela Secundaria Técnica 92 del mismo puerto.

Catedrática de Ciencias Sociales en esa misma institución escolar.

Coordinadora de Servicios Educativos Complementarios en la Secundaria Técnica 92 hasta su jubilación.

En 1996, es co-fundadora de Editorial Sagitario, una casa editora no gubernamental dedicada a la promoción de nuevos valores de la literatura.

En 1999, forma parte del cuerpo fundador de la Sociedad Académica de Historiadores.

En el 2000, es Asesora de la Academia Mexicana de Literatura Moderna.

En el 2005 recibe el cargo de Revisora y Catalogadora de Contenidos de la Enciclopedia del Trabajo Historiográfico Iberoamericano.

En el 2011, es co-creadora de la Academia Latinoamericana de Literatura Moderna y su Secretaria General.

Ha organizado y coordinado más de 350 eventos de corte cultural, literario e historiográfico, a nivel nacional e internacional.

Es autora del libro de efemérides México al día.

Ha revisado y corregido más de 200 obras publicadas por el ahora Programa Editorial Sagitario, del que es Asesora.

Actualmente es Asesora en Jefe de la Academia Mundial de Literatura, Historia, Arte y Cultura, y Supervisora del Directorio Mundial de Literatura, Historia, Arte y Cultura.

 

Semblanza 

Cuando escuchamos historias de los pioneros que construyeron nuestra nación mexicana, la imaginación nos remonta a épocas en que todo era abrupto, inhóspito; en donde aquellos esforzados seres arriesgaban la vida misma para construir nuevas ciudades, o engrandecer los añejos pueblos que reclamaban atención.

Así las cosas, cuando se habla de una nueva empresa en la época moderna, pensamos en la facilidad de los medios para lograr el éxito. Que equivocados estamos. Hay tareas que han requerido de todo el esfuerzo y sacrificio que, en aquellos años, los pioneros desplegaron para alcanzar sus metas.

Hace más de cuarenta y cinco años, una esforzada jovencita luchaba por terminar sus estudios normalistas. Sus pasos en pos de la gracia magisterial, le llevaron de su Chilpancingo querido a la capital del país y, de ahí, hasta la entonces lejana Morelia. Su sonrisa amable siempre le acompañó. Le abrió puertas auxiliada por esa amabilidad que es característica tan suya, que bien podría ser firma si se necesitara.

Culminado el esfuerzo, alcanzado el triunfo, pudo darse cuenta de que Maestras como ella, de vocación, de verdadera vocación, con ese triunfo alcanzaban tan sólo el principio del sacrificio magisterial que se convertiría en factor cotidiano por el resto de sus vidas.

Y recorrió la escala. Cuidó lo mismo de pequeños infantes, como fiel educadora y Directora, en la Guardería del Issste, que de jovencitos ya licenciada en Ciencias Sociales y especializada en Historia en la Escuela de Trabajadores.

Hace 35 años cuando un grupo de maestros, encabezados por el inolvidable Profr. Faustino Hernández Zurutuza, se echaron a cuestas la tarea de crear una nueva escuela: la Secundaria Técnica 92, la Profesora Norma Ochoa Leyva formaba parte del cuerpo docente como co-fundadora.

A fin de iniciar sus labores, lograron que les fueran prestadas las instalaciones de la Escuela Primaria Rafael Ramírez ubicada en las partes altas de Praderas de Costa Azul. El lugar, con todo y la existencia del plantel, era abrupto e inhóspito como aquellos parajes de la historia a que nos referíamos. Los abnegados maestros -pioneros sí, en esta ardua labor- debían subir a las instalaciones por una empinada vereda que, en época de lluvias, motivaba a Don Alvarito el tender una larga cuerda a la que se aferraban los mentores para no resbalar y rodar cuesta abajo; sin embargo, ni carencias ni lodo mermaban el afán de los mentores de llevar sus conocimientos a unos cuantos alumnos del despoblado lugar, narrábamos ya en alguna otra ocasión.

Ahí estuvo Norma Ochoa Leyva... hasta hace una semana... ahí entregó un cuarto de siglo de su vida, viendo a sus alumnos como a sus hijos, sufriendo y gozando con ellos sus triunfos y derrotas; palió el padecer del que lloraba la separación de los padres y sancionó con dureza al descuidado u omiso... y todavía se asombra cuando en la calle, tomada de sorpresa, algún mocetón con esposa e hijos le saluda afable, y le recuerda con afecto de aquellos años de la guardería.

Si bien vio surgir muchas generaciones de egresados, lo menos tres generaciones de vida pasaron por sus manos. Y en todo momento, Norma Ochoa fue Maestra!

Algunos de esos pequeñines son ahora relevantes profesionistas; otros no alcanzaron la culminación de sus estudios universitarios, pero son hombres y mujeres de provecho para la sociedad porteña e incluso el resto del país y aún en el extranjero.

Pero no se conformó con esto. También supo ser buena compañera. Derramó afecto y respeto tanto como olvidó la afrenta. Fue paño de lágrimas de más de uno y consejera de todos. Y no se diga como Jefe... supo imponer el canon con paciencia aplaudiendo el esfuerzo y el cumplimiento, igual que reclamar la irresponsabilidad o la indolencia. Fue digna subordinada, y excelente autoridad.

Hoy se va... se jubila… bien ganado lo tiene. Le acompañamos quienes en realidad le queremos y admiramos. Que más diera por tener el don de la convocatoria para clamar por todos sus alumnos y estar aquí, con ella todos, esta tarde de su despedida. Pero que va! No habría entonces dónde meterles... y se la acabarían a besos!

Adiós pues, querida Maestra, en nombre de todos los que se llevaron un granito de tu ternura y sabiduría. Tú no necesitas un monumento pues, como dijera aquel sacerdote romano ante igual reclamo, para conocer tu obra... sólo basta ver tu entorno!

LA MUJER Y COMPAÑERA

Hoy quiero hablar no como el marido de la Maestra Norma Ochoa, pues como tal lo hago a diario. No, hoy quiero hablar como el profesionista, como el literato, como el docente que alguna vez, ha muchos años, estuviera frente a grupo como ella.

          Hoy, ante todos Ustedes, quiero manifestar mi más profundo respeto por ella como mentora. Mi admiración callada ante su esfuerzo por hacer de su escuela, propiedad moral más que física, un verdadero templo del saber y la cultura.

          No saben cuantas veces le vi, preocupada, desvariar por la omisión o la indolencia de unos u otros sin vocación o entrega. Cuantas otras preferir robarle tiempo al tiempo para organizar eventos que le dieran brillo a su institución, o comentar con ansia el problema del alumno aquel que desbarraba por las ingratas circunstancias de la vida.

          Pero que orgullo me daba verle caminar, pecho y rostro en alto, airosa al final del curso. Como segura de que su triunfo era el haber cumplido a pesar de todo... Aire de satisfacción que apenas le duraba el tiempo que dormía esa noche, pues al día siguiente ya planeaba del nuevo ciclo la hazaña.

          No puedo decir que la compartí, como pareja, con su profunda vocación de servicio pues, aún con todo, tiempo tenía para estar conmigo y yo con ella. Ladina, pero felizmente, me hizo compartir algunas veces de su esfuerzo y ansia, y acaso sin necesitarlo, mil veces me pidió consejo o asesoría.

          Le vi trabajar de cerca; fui confidente de sus desatinos y resultados, siempre airosos y respetuosos del oponente, que no enemigo, pues ella jamás hizo enemigos. Ha sido, y es, recta sin mojigatería; justa, sin extremismo; cumplida, sin entreguismo. Sabe escuchar, y por eso es discreta.

          Si por ella fuera, seguiría hasta el fin de sus días entregada a su labor docente; sólo una cosa le llevó a la jubilación... sus horarios, agravados con esos absurdos cambios de verano. Pero no ha de parar ahí, estoy seguro; porque nació maestra y morirá maestra.

          Y qué bueno, amigos míos, que su trayectoria fuese de tal talante, pues tuvimos, sus hijos y yo, la gracia de gozarla en su proyecto de vida que, por ende, surcó de la misma manera que su magisterio. Y  nos hizo felices. Y nos entregó su amor.

          Y tomó la pluma, quizá más por seguirme que por gusto, aunque quiero pensar en lo contrario, y se volvió escritora... pero en su misma rama. Ahí está México al Día, su libro de efemérides al que, ahora, espero sigan muchos otros. No puede desperdiciarse así tan basta experiencia.

          Quede pues escrito, para aquellos que tanto claman por la igualdad de la mujer y el hombre, que Norma fue, para mí, mi par más que mi esposa, porque de pares ha sido nuestro trato y de pares el respeto. Como hombre, me siento satisfecho de tener una mujer como ella; como esposo, lleno de ternura por una compañera de su clase; como profesionista, orgulloso de su altura y prosapia; como compañero, agradecido con Dios por habérmela entregado de pareja.

          A ustedes, agradezco también la deferencia al habernos acompañado en este camino.

Dr. Fco. Xavier Ramírez S.